FELICIDADES MI HABANA EN TU 492 CUMPLEAÑOS


La Habana es poesía y más

Lázaro Blanco
lblanco@enet.cu

Desde las elevaciones del castillo de los Tres Reyes del Morro, la ciudad de La Habana se asemeja a una plástica donde paisajismo e impresionismo se funden en cada amanecer.

Fabular sobre su entorno bullicioso y contrariamente apacible ha sido motivo de inspiración para artistas, poetas, escritores o sencillamente lugareños anónimos, desde que en 1515 Don Diego Velásquez dejara constituida a la sombra frondosa de una Ceiba, la quinta villa de la isla, tras su “descubrimiento” bautizada bajo el nombre sugerente de San Cristóbal de La Habana.

Con su singular ajiaco de razas cuyo mestizaje se hunde y fragua en el crisol de la mismísima nacionalidad de sus descendientes afro, gallegos, nórdicos, asiáticos... Con ese andar en el tiempo que marca el compás definitivo en el ritmo de la vida de sus gentes. Con la alegría contagiosa de sus calles, su arquitectura y sus trazos curiosos y tropicales y con ese donaire que el paso del tiempo le reserva al conjuro de predicciones y unas que otras profecías, llega esta urbe hoy a su 492 cumpleaños.

Ha sido a lo largo de todo este tiempo La Habana, es cierto, meta y punto de partida. Testigo y protagonista. Lirismo abierto y espada culta.

Aquí el azar hizo nacer al más grande y famoso de todos los cubanos, al apóstol de la independencia José Martí Pérez e inmortalizó al más encumbrado y valiente jefe miliar mambí contra el dominio colonial español en el siglo XIX, Antonio Maceo Grajales.

Aquí se sucedieron los gobiernos de turno en la era republicana, aquí se moldearon las ideas redentoras, aquí se consolidó el triunfo revolucionario con la entrada de la caravana de la victoria liderada por Fidel el 8 de enero de 1959, aquí dicen que Miguel Matamoros rasgó por primera vez su guitarra y el eco de su trío se hizo universal para acuñar que el son era de la loma y se cantaba en llano.

Sedimentada por el legado de sus legiones de mártires y al clamor de sus fortificaciones antiguas que se unen con acierto a las murallas de ideas levantadas hoy por su pueblo, hecha por negros con sus manos negras y por blancos sus blancas manos como enseñara el poeta Nicolás Guillén, se yergue desafiante y anda en su onomástico la capital de todos los cubanos.

Abierta, sépase bien, a la paloma y al clavel, pero cerrada al sable del coronel, al alacrán y al ciempiés. Desde el monte hasta la playa. Desde la playa hasta el monte. Enhorabuena Ciudad.

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